A pesar de su sangriento historial, las personas que habitan la frontera colombo-venezolana están viendo a los guerrilleros como una especie de «justicieros» que se disputan el territorio limítrofe contra las fuerzas de seguridad.
Desde hace décadas, la frontera venezolana empezó a llenarse de grupos irregulares. Inicialmente, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) llenaban el papel. Sin embargo, se les fueron añadiendo grupos paramilitares, como las Águilas Negras, los Urabeños y los Rastrojos. La información fue publicada por la periodista Sebastiana Barráez en el portal web Infobae.
Las fuerzas de seguridad inicialmente las combatía. Pero llegó Hugo Chávez al poder en Venezuela, ya que el líder chavista simpatizaba con estos grupos irregulares.
Venezuela empezó a ser un territorio «cómodo» para la guerrilla y se extendieron rápidamente por los estados Táchira, Apure, Amazonas y Zulia.
El ELN se expandió aún más en el país durante el Gobierno de Nicolás Maduro, de manera que ya no solamente controlan la frontera, sino que su radar se extendió a varios territorios dentro de Venezuela.
El papel de los paramilitares
Cuando Chávez le abrió la puerta a las invasiones, eliminaron en los tribunales que permitían que el dueño de una propiedad acudiese a un juzgado específico para denunciar la violación a la propiedad privada. Los finqueros no tenían a dónde acudir y no había ninguna autoridad que hiciera valer el desalojo.
Allí los ganaderos y productores empezaron a tomarse la justicia por las manos. Empezaron con las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), quienes se presentaron como una solución para sacar a la fuerza a los invasores.
Los paramilitares se percataron de que en Venezuela se les ponía poca resistencia a los grupos irregulares y empezaron a apropiarse de poblaciones enteras.
De nada sirvieron las denuncias. El Estado venezolano no quiso asumir la defensa del territorio y la soberanía.
A pesar de que la Fuerza Armada Nacional (FAN tiene la obligación constitucional de garantizar esa defensa, ellos no actúan. Y a pesar de que las personas lo exigen, los efectivos no cumplen.
El eje fronterizo
El punto más caliente de la región es el eje fronterizo entre San Antonio, Ureña y el Norte de Santander. Allí está la joya de la corona de los grupos irregulares.
Hace más de un año, Maduro envió al Táchira a una comisión de las Fuerzas de Acciones Especiales (Faes), al mando de Freddy Bernal, un funcionario del régimen chavista.
Bernal, relacionado con grupos colectivos, se instaló en Táchira e inició varios operativos que causaron impacto mediático en la opinión pública, haciéndolo ver como un hombre de poder.
Actualmente, un grupo que se hace llamar Los Urabeños amenazó a la guerrilla. Asesinaron a varias personas, la mayoría hombres jóvenes, a quienes descuartizaron. Hace poco, le lanzaron a un comando de la Guardia Nacional en Ureña la cabeza de uno de los decapitados.
Allí recrudecieron las acciones al nivel que obligaron a Maduro a abrir el paso peatonal de la frontera. Aunque Freddy Bernal había dicho que los contenedores ubicados en los puentes internacionales no podían ser movidos, los empezaron a vaciar.
Los meses de abuso por parte de los colectivos, el maltrato a militares en la frontera, los cobros de vacuna para pasar a Colombia y someter a la gente a lanzarse a través de las trochas se han convertido en un boomerang para el régimen.
Aunque los grupos paramilitares han dejado una estela de sangre y muerte a lo largo de la historia, ha pasado lo insólito: captaron la simpatía de la gente común, que los percibe como justicieros.