Periodista
Instagram se ha convertido en parte de mi vida. Encaja perfectamente con lo que yo quiero mostrar y como quiero hacerlo: vídeos cortos, textos directos y concisos. Otra cosa es Instagram TV, donde puedes poner hasta un programa completo.
Siempre digo que la información debe presentarse de esa forma, directa y concisa, especialmente en este mundo tomado por las redes sociales donde la tecnología y esta nueva generación no gustan de nada largo. De hecho, no son pocos los jóvenes que no están interesados en pasar cinco o más años en la universidad.
La Generación Z quiere resultados rápidos y muchos los están logrando sin sumergirse en un aula universitaria. No les importa demasiado la tradición ni les interesa ese concepto de perdurar en el tiempo. Trabajo directo con resultados rápidos y efectivos.
Hace poco leí un estudio que pronostica que en algunos años vamos a tener escasez de profesionales. Parece haber poco tiempo para la lectura extensa y eso no solo lo digo por las nuevas generaciones, también aplica para mí que no encuentro el momento de concluir el libro que lleva semanas en mi mesa de noche o leer artículos bajados a “lecturas” en mi teléfono. ¡Tantas cosas interesantes que leer y no hay tiempo!
Pero sí lo hay para Instagram. Trato de definir esta red social que me tiene cautivado y se me ocurren varias cosas: ventana al mundo, punto de contacto, entretenimiento, herramienta de conexión con clientes, pasatiempo, viaje virtual…
Algunas o todas estas cosas definen lo que es Instagram para mi, pero hay dos cuestiones que me llaman poderosamente la atención. Es un trabajo y con frecuencia me encuentro diciendo “cuánto tiempo me paso en el teléfono ocupado en Instagram” (más aún con este pobre Internet que tenemos en Venezuela).
Y la otra es que se ha convertido en una ventana a la intimidad.
Parece que las redes sociales estimulan la desinhibición, pero nada como Instagram donde a diario veo de todo, reflexiones, viajes, experiencias, mensajes a difuntos y excentricidades que me impactan.
Maravilloso que haya sitios en la red donde reine la libertad de expresión, no critico a la red, pero sí me resulta muy curioso que mucha gente exponga al mundo su más absoluta intimidad.
Hace poco conversaba del tema con el psicólogo clínico, coach de PNL y practitioner Carlos Valero (@carlosvalero84), quien me planteó algo muy interesante: estamos viviendo una época donde ya no se usa la tecnología para estar conectados sino para hacernos públicos. Opina que cada día son más los que se dedican a publicar aspectos de su vida, incluso su intimidad, buscando desesperadamente un “like” cuyo objetivo parece estar centrado en llenar vacíos emocionales.
Precisamente ese es el punto que preocupa y que el doctor Valero expone con claridad: “La obsesión por mostrarse pudiera estar vinculada a baja autoestima, necesidad de aprobación o conductas neuróticas. Las redes sociales son muy útiles para reforzar la necesidad humana de socialización, el problema surge cuando no se usan para reforzar sino para suplir esta necesidad”.
Y concluye con una advertencia: “Mientras más muestras en las redes sociales, más riesgo corres y es importante considerar las repercusiones”.
¿Pero realmente la gente muestra su más absoluta intimidad o es una realidad ficticia, preparada y maquillada para captar likes?
Patricia Muriel (@patricia.muriel.90) psicólogo clínico, psicoterapeuta y coach ontológico, también conversó conmigo en Vida inteligente y le pregunté sobre este asunto de la realidad en las redes. Y me contestó: "¿Realmente la gente publica todo? Revisando las redes uno se da cuenta de que la mayoría muestra su mejor momento, su mejor cara física, emocional, familiar, de pareja, laboral, pero eso no es necesariamente el mundo real".
Muriel considera que esto es una mera interacción a través de máscaras que no tiene relación de autenticidad. Paradójicamente los que tienen más seguidores efectivos son los que conectan desde la autenticidad, los que muestran su vida y la forma espontánea.
Pero la gran pregunta queda en el aire… ¿Para qué publicas? ¿Dónde está centrado tu objetivo: buscar likes, captar clientes, informar o… llenar vacíos emocionales? ¡Buen punto para reflexionar!
Isbelt Venegas (@isbeltvenegas) CEO de VC3 Comunicaciones, profesora y asesora en transformación digital, pone sobre la mesa algo que todos sabemos pero que poco calibramos: “Somos dueños de lo que publicamos hasta que lo publicamos”. Nos hemos convertido en documentalistas de nuestra vida, dice, lo delicado es que quedamos expuestos, tanto para lo bueno - recibir reconocimiento - como para lo malo - que nos critiquen y juzguen sin compasión -.
La presencia en las redes es ineludible. El número de teléfono se pregunta más para agregar a WhatsApp o Telegram que para una pesada llamada. Y muchas veces los números quedan para después y todo el contacto se zanja con un @.
Todos manejamos alguna red social en mayor o menor medida, desde mi hijo pequeño hasta mi madre, es decir hasta la abuela. No hay escape si quieres girar con el mundo. Pero eso de exponer tu intimidad, llenar tu feed con todo lo que hace tu niño o bailar en calzoncillos frente al mundo es, aparte de riesgoso, muy curioso.
¿Todo por un like?